El mundo distópico y post-apocalítico de los videojuegos

Uno de los subgéneros de ficción que más explotado ha sido en el mundo de los videojuegos es, sin duda, el distópico. Hoy hablaremos de las distopías en los videojuegos.

Obviamente, no podremos abarcar todos los casos. Ni siquiera los más importantes. La criba va a ser más bien subjetiva, así que este artículo bien podría titularse "nuestras distopías favoritas en el mundo de los videojuegos".

Empecemos por el principio: ¿qué es exactamente una distopía? Como antónimo de la utopía, la distopía se define como una sociedad ficticia e indeseable en sí misma. Los ejemplos más comunes de la literatura son Un mundo feliz, Fahrenheit 451 y, sobre todo, 1984 de George Orwell.

En el cine la lista de distopías es casi interminable, e incluye Blade Runner, Mad Max, Akira, Matrix. Pero, ¿y en los videojuegos?

Uno de los escenarios distópicos más generales, tanto en el cine como en los videojuegos, es el post-apocalíptico. Y si hablamos de páramos post-apocalípticos en el mundo de los videojuegos, estamos hablando necesariamente de la saga Fallout. El enfoque de Fallout es especialmente interesante frente a otros "westerns postapocalípticos" (que, a fin de cuentas, es lo que es), porque mezcla la crudeza de un mundo sin leyes, donde los restos de la humanidad sobreviven como pueden, con todos los detalles que la cultura pop nos ha dejado sobre cómo imaginaban un futuro utópico en los años 50 y 60.


De este modo, la aspereza de la vida en el Yermo se ve resaltada al comprobar lo despreocupadamente feliz que se prometía el futuro pocos años antes. Nos abrimos paso por las ruinas de un mundo utópico que tuvo todo lo que se soñaba en el siglo XX: coches voladores, jetpacks, pistolas láser, robots... y armas nucleares. Sobre este lienzo, Fallout pinta un mundo desolador y mucho más adulto de lo que estamos acostumbrados a ver en los videojuegos, donde personas desesperadas matan para robar un poco de agua no radiada o venden sexo a cambio de protección.

El otro gran peso pesado de las tramas distópicas, además del mundo post-apocalíptico, es el Cyberpunk. En una distopía cyberpunk el mundo no ha sufrido ninguna catástrofe, sino que ha seguido su curso natural con la inercia que le han dado los últimos años. Así, la tecnología ha evolucionado a pasos agigantados, y ha sustituido en gran medida a las relaciones personales. Los seres humanos son menos humanos y más máquinas que antes, pero en general, están encantados con ello.

En cuanto al gobierno, en general el neoliberalismo lo ha devorado todo, hasta el punto de que la sociedad está completamente controlada por megacorporaciones que luchan despiadadamente entre sí por su pedazo de mercado. Con los ejércitos privados completamente legalizados, esta lucha no siempre es meramente económica. Volviendo al tema de los videojuegos, en este tipo de marco podríamos poner grandes maravillas como Final Fantasy VI, Deus Ex o Syndicate.


Por supuesto, un videojuego no tiene por qué encasillarse necesariamente en una de estas dos grandes vertientes. De hecho, a medio camino entre ellas se encuentra una obra maestra, a nivel jugable y narrativo, de los videojuegos distópicos: Bioshock. No se pueden negar los elementos post-apocalípticos: una gran sociedad que terminó en decadencia, un magnífico sueño que se derrumbó y terminó en desastre. Por otra parte, la sociedad presuntamente utópica de Andrew Ryan, donde los hombres eran libres de aprovechar su talento y los débiles no eran un lastre para los débiles, es en realidad un fantástico ejemplo de distopía cyberpunk que, como siempre, degenerando y tocando fondo.


Como muestra, el fantástico discurso con el que Andrew Ryan nos da la bienvenida a Rapture, su ciudad submarina: "Soy Andrew Ryan, y tengo una pregunta que hacerte: ¿Acaso un hombre no tiene derecho al sudor de su propia frente? No, dice el hombre de Washington. Pertenece a los pobres. No, dice el hombre del Vaticano. Pertenece a Dios. No, dice el hombre de Moscú. Pertenece a todos. Yo rechacé esas respuestas. En vez de eso, elegí algo distinto. Elegí lo imposible. Elegí... Rapture. Una ciudad donde el artista no tenía que temer al censor. Donde el científico no estaba limitado por la nímia moral. Donde los grandes no estaban constreñidos por los pequeños. Y con el sudor de tu frente, ¡Rapture también puede ser tu ciudad!".


A menudo la distopía será solo un telón de fondo, una pantalla sobre la que proyectar la historia. Pero otras veces se tratará de la protagonista de toda la trama (como lo fuera en 1984), y el único objetivo del juego será destruir el régimen que la sustenta. Este es el caso, por ejemplo: Half Life 2. El arranque de esta segunda parte del aclamado Half Life debería ser estudiada como una de las mejores presentaciones de una sociedad distópica que se han hecho. Con muy pocas pinceladas, los chicos de Valve consiguen contagiarnos de la angustia de una sociedad oprimida, militarizada, controlada por unos "bondadosos amos" que permanecen ocultos durante gran parte del juego y que han vuelto a los seres humanos unos contra otros. Y en el horizonte, siempre, la amenazante forma de la Ciudadela.

Gran parte del éxito de una distopía depende de su ambientación (de hecho, el género cyberpunk ha transcendido principalmente por su estética). En el caso concreto de Half Life 2, el maestro detrás del diseño de Ciudad 17 es Viktor Antonov, que tiempo después crearía otra maravilla (en lo visual, por lo menos): Dishonored. Esta historia de venganza tiene como marco una especie de inglaterra victoriana oxidada, una suerte de steampunk sucio y decadente que tiene un encanto innegable.


Por supuesto, aunque las distopías son por definición desagradable, no siempre tienen por qué ser solemnes. Hay muchos casos en los que se han hecho bastante divertidas, como en los viejos Space Quest o en la más moderna saga de Deponia, donde el principal motor de la trama es el deseo del protagonista de escapar del planeta vertedero en el que vive. Aunque en los juegos de Deponia el fondo distópico no es más que una excusa para contar una historia, el cuidado dibujo de los escenarios por los que transitaremos, y la ambientación que consiguen, son dignos de admiración.

Y ya que hablamos de aventuras gráficas y distopías, no podemos menos que nombrar Dead Synchronicity: Tomorrow comes Today, uno de los juegos españoles más prometedores del año. Se trata, pese a ser del mismo género y temática distópica que Deponia, prácticamente lo contrario en todo lo demás: una historia oscura, desasosegante.


Nos dejamos fuera a algunos de los grandes, como Metro 2033 y sus secuelas, Rage, Mirror's Edge o The Last of Us, pero esperamos haber dado una visión general de hasta qué punto la temática distópica ha ayudado a crear grandes obras en el mundo de los videojuegos.


Como pueden leer, las distopías no solo están disponibles en la Literatura y las películas. Ahora  su buscan un buen juego distópico para divertirse pueden checar los títulos de arriba.

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